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Accidente mortal de un motorista el pasado 3 de mayo en un túnel en Madrid. Efe
Carta abierta a los responsables de la seguridad vial en España

Carta abierta a los responsables de la seguridad vial en España

David Landazábal, vicepresidente de Stop Accidentes y víctima, reclama una estrategia «profunda, real, valiente y transformadora» para combatir las muertes en las carreteras

David Landazábal

Conductor, ciudadano, víctima y vicepresidente de Stop Accidentes

Jueves, 8 de mayo 2025, 10:48

A quien le corresponda, a todos aquellos que ocupan un cargo… pero no un compromiso:

Esta carta no es para los muertos.

Es para los vivos.

Para los que siguen firmando estadísticas como si fueran méritos.

Para los que maquillan los datos de la Semana Santa como si «menos muertos» fuera una victoria.

Veintiséis vidas perdidas.

En solo unos días.

Veintiséis familias que no celebrarán más que el duelo.

Y aquí…

Aquí seguimos midiendo el éxito con calculadoras y comparativas del año pasado.

Como si no hubiera fracaso detrás de cada féretro.

Como si no hubiera responsabilidades.

Seamos claros:

La seguridad vial en este país es un fracaso estructural.

No porque falten radares.

No porque no haya campañas con música triste.

Es un fracaso porque no hay una estrategia profunda, real, valiente y transformadora.

Se renuevan cargos,

pero no ideas.

Cambian nombres,

pero no prioridades.

Porque siguen tratando esto como un problema de velocidad, cuando en realidad es un problema de valores.

¿Qué educación vial estamos dando?

¿Dónde está la cultura del respeto, de la empatía, de la responsabilidad al volante?

Si un niño crece viendo a su padre insultar a todo el mundo desde el coche, saltarse semáforos, usar el móvil o aparcar sobre un paso de cebra…

¿qué le vamos a exigir después, cuando cumpla los 18?

La educación vial empieza en la infancia.

Y no con una charla de la policía en 3º de Primaria.

Con una actitud transversal en las escuelas, en casa, en los medios, en los barrios.

Y lo sabemos.

Pero preferimos comprar más radares.

Y si hablamos de castigo, seamos claros también:

Necesitamos una condena social a quien se salta las normas.

Incluso si no provoca un siniestro.

Porque el que circula sin cinturón, a 160 por hora, con el móvil en la mano y un cubata en la sangre…

aunque «no haya matado a nadie»,

está jugando a la ruleta rusa con vidas ajenas.

Y eso, señorías, merece un castigo ejemplar.

No solo puntos.

No solo multas.

Una reacción pública. Una denuncia clara.

Y una reforma legal si hace falta.

Porque mientras haya más miedo al radar que a matar…

seguiremos como estamos.

Debemos liderar un cambio.

Pero si no se hace, lo haremos nosotros.

Desde las asociaciones. Desde la educación, aunque no debería ser así.

Porque no queremos más cifras.

Queremos vidas.

Porque no queremos más campañas.

Queremos coherencia.

Y porque no queremos más excusas.

Queremos soluciones.

Ya no escribimos para pedir.

Escribimos para exigir.

Porque cada vez que se falla, alguien muere.

Y si eso no nos quita el sueño…

quizás es hora de profundizar y cambiar sin miedos, con valentía y sin complejos.

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