
Terrorismo y escuadrones de la muerte: la forja de León XIV
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Robert Prevost ha pasado buena parte de su vida en el país andino, donde fue testigo de la violencia de Sendero Luminoso y de la represión del ejércitoHasta este pasado jueves, la vida de Robert Francis Prevost Martínez podía resumirse en una foto. Con cierto aire a Joe Biden por el ... porte norteamericano y sus gafas de aviador –en las de este reportaje no las lleva, pero es fácil verle con ellas en otras–, se le ve montado en un caballo en una zona rural de las entrañas de Perú. La primera parte se explica por su origen. El sucesor de Francisco nació en Chicago en 1955. Es por ello el primer Papa procedente de la primera potencia mundial. La segunda, a su vocación, la de misionero. El ahora León XIV pasó años recorriendo el país andino para celebrar misa y atender a los más necesitados. A caballo cuando no era posible llegar hasta ellos de otra forma. «Gracias, Chiclayo», dijo en sus primeras palabras como Papa desde el balcón de las bendiciones del Vaticano, en referencia a la ciudad donde ejerció como obispo durante nueve años. Esta es la reconstrucción de cuatro décadas de relación con su país de adopción, un tiempo en el que predicó, pero también sufrió el terrorismo de Sendero Luminoso y los escuadrones de la muerte del Gobierno Fujimori.
Prevost tenía 30 años cuando terminó de llenar su petate de viajero con una pantagruélica formación académica. Es matemático, filósofo y doctor en Derecho Canónico. Además, habla inglés, español, italiano, francés, portugués y se defiende en alemán. En 1985 cogió su hatillo y llegó por primera vez al país sudamericano. En aquella primera estancia en una comunidad de agustinos, de algo más de un año, se asentó en Chulucanas, una pequeña población norteña que en la actualidad no alcanza los 60.000 habitantes. Más importante sería la segunda, que comenzaría en 1988 y se extendería durante una década, hasta 1998.
En esta ocasión su centro de operaciones fue Trujillo, una ciudad a medio camino entre Lima y la mencionada Chiclayo. Dirigió un seminario, fue prior de una comunidad de agustinos –es el primer Papa miembro de esta orden–, fundó una parroquia y trabajó como juez del tribunal eclesiástico. Fueron estos los años más duros de su experiencia misionera y de su vida. No tanto por la vertiente religiosa, sino por coincidir con los llamados 'años de terrorismo de Perú', que se prolongaron entre 1980 y 2000.
El 17 de mayo de 1980, Sendero Luminoso abrió la guerra contra el Gobierno y la sociedad peruana entera con el conocido como 'atentado de Chuschi'. Aquel sábado, unos 20 miembros del movimiento armado fundado diez años antes por Abimael Guzmán –un profesor de Filosofía de la extrema izquierda maoísta–, quemaron de forma pública varias ánforas y padrones electorales en el distrito de Chuschi, al sur del país. La acción pasó casi inadvertida para los medios de comunicación. Más atención suscitó su asalto a la cárcel de Ayacucho en 1982. Murieron varios policías y liberaron a varios miembros del grupo. La violencia se recrudecería a partir de 1983, con matanzas como la de Lucanamarca, donde fueron asesinados 69 campesinos como represalia por la muerte de uno de los líderes de la organización terrorista. En su punto álgido, llegó a controlar grandes porciones del país e incluso logró tomar el control de varias ciudades.
A Sendero Luminoso se le unió la violencia de otro grupo de extrema izquierda, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Ambos provocaron la violenta respuesta del Gobierno de Alberto Fujimori, que dio vía libre a escuadrones de la muerte que asolaron, entre otras, la región donde Prevost desempeñaba su misión pastoral. En conjunto, en esas dos décadas murieron unas 60.000 personas, según los datos recabados por la Comisión de la Verdad y Reconciliación que analizó el conflicto. Más de la mitad se atribuyen a Sendero Luminoso. Guzmán fue capturado en 1992, juzgado por un tribunal militar y condenado a cadena perpetua.
Un detalle más del ambiente de violencia al que tuvo que hacer frente Prevost lo ofrece otro prelado, el polémico Juan Luis Cipriani. El cardenal del Opus Dei castigado por Francisco tras ser acusado de abusos a menores y que llegó a participar en los actos previos al cónclave que eligió Papa al prelado norteamericano, pidió la pena de muerte para el guerrillero. «No podemos permitir que el país no apoye la pena de muerte por el miedo, el miedo y la cobardía de unos pocos.... El mundo cambia día a día y no a favor de los cobardes. Estamos en una época de firmeza, claridad y hombría», llegó a decir. Guzmán murió en prisión el 11 de septiembre de 2021.
Prevost volvió a su país de adopción en 2014 tras pasar por Chicago y Roma. En esta ocasión, enviado por Francisco como apagafuegos del incendio en el seno de la conferencia episcopal peruana, con dos corrientes enfrentadas. Recaló en Chiclayo como administrador apostólico. Esta es una ciudad de la costa norte peruana, capital de la provincia del mismo nombre y del departamento de Lambayeque. En la región conviven zonas plenamente desarrolladas con otras donde el índice de pobreza supera el 20%. A esta etapa corresponde la foto del ahora Papa a caballo. Así llegaba a las comunidades más remotas. «No le importaba si eran cinco o cincuenta personas. Llegaba, celebraba y conversaba con todos», relató un testigo de unas incursiones que ni siquiera la pandemia pudo contener. En plena cuarentena, hizo transmitir las misas en la catedral por Facebook.
Un año después, Bergoglio le nombraría obispo de la ciudad. Prevost, que a su llegada a Perú no dominaba bien el castellano y ha declarado su amor al ceviche, decidió pedir la nacionalidad. «Llegó con una camisa blanca, como aparece en la foto de su DNI. Recibió la atención como cualquier otro ciudadano. Fue muy amable y educado…», recuerda la funcionaria que llevó a cabo el trámite. No se olvidó de Fujimori, cuyo indulto en 2017 criticó sin ambages. «El expresidente Alberto Fujimori pidió perdón en una forma, digamos, genérica, reconociendo en términos generales su culpa y algunos se han sentido ofendidos. Tal vez de su parte sería más eficaz pedir perdón personalmente por algunas de las grandes injusticias que fueron cometidas y por las cuales él fue juzgado», dijo.
También se enfrentó a la presidenta Dina Boluarte por los más de 50 manifestantes muertos en las protestas contra su llegada al poder tras el frustrado autogolpe de Pedro Castillo, de quien era vicepresidenta. Francisco le quería de nuevo a su lado en Roma. Prevost le pidió un tiempo. «Le dije al Santo Padre que no es el momento para dejar el país. Yo quiero seguir acompañando al pueblo».
Sus días en Chiclayo se cerraron con otra imagen. Le muestra calzando unas botas de agua recorriendo las calles anegadas por el ciclón Yaku en 2023.
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