Sexo, venganza y un asesinato en el burdel de Pezuela

Un ascenso en el trabajo le costó la vida a Katy, aunque ella ya sabía que en su profesión siempre tenía que andarse con mil ojos. A finales de enero del 2023, el encargado de su prostíbulo nombró a Katy 'madame' de El Pinar, un destartalado burdel situado en la localidad madrileña de Pezuela de las Torres, 900 habitantes, justo en el límite de la provincia de Guadalajara. Con el 'nombramiento', esta dominicana de 44 años, casada y con cinco hijos, se hacía cargo de los cobros, de los turnos y de los horarios de las prostitutas. Eran unos pocos euros más al mes que a Katy le salieron muy caros.

En sus años como trabajadora del local, Katy había hecho una enemiga mortal, una colombiana llamada Lucía. Las discusiones entre ellas eran continuas. No estaban de acuerdo en la organización del trabajo ni en el cobro a determinados clientes. El mismo día del asesinato, según declararon los testigos durante el juicio, tuvieron la bronca más fuerte. Katy amenazó con un cuchillo de cocina a Lucía, que se refugió en una habitación. Entonces Katy cogió un extintor y comenzó a golpear la puerta hasta que se calmó.

Pero Lucía juró venganza contra su compañera y reclutó a dos personas: un familiar suyo de 25 años y un hombre de 57 que la trasladaba a menudo hasta Parla, el municipio donde residía, y con el que mantenía una relación sentimental. Horas después del incidente del cuchillo, los tres compinches llegaron al prostíbulo en el coche del hombre de mayor edad, que se quedó en el vehículo para facilitar la huida, mientras Lucía y su colaborador accedían juntos a través del patio trasero. Ya dentro del local, su objetivo estaba claro: buscar a Katy.

Lucía guiaba a su compañero de crimen por los pasillos hasta que encontraron en una de las habitaciones a su víctima. Se abalanzaron sobre ella con un cuchillo de grandes dimensiones y le asestaron varias puñaladas mortales en el abdomen antes de salir corriendo. Otro trabajador del prostíbulo vio a Lucía malherida y comenzó a gritar: «¡Se está muriendo, se está muriendo!». Tenía razón. Katy estaba herida de muerte y falleció unas horas después, casi al mismo tiempo en que la Guardia Civil recibió el primer aviso sobre el suceso de Pezuela

Después del crimen, los presuntos autores del asesinato continuaron con su plan. Se subieron al coche del cómplice y viajaron 70 kilómetros hasta el sur de la Comunidad de Madrid. Se escondieron durante más de un mes en localidades de la zona, escondieron el coche que utilizaron para escapar del lugar del asesinato y cambiaron varias veces de teléfono, ante el temor de que la Guardia Civil les siguiera el rastro. Cuando pensaron que estaban a punto de ser descubiertos, tomaron la decisión final, huir, pero no lo consiguieron. La mujer fue arrestada cuando se dirigía al aeropuerto de Barajas para huir a su país, Colombia. Su familiar también fue capturado cuando trataba de escapar, esta vez, en la estación de tren de Chamartín. Mientras, el cómplice fue arrestado en el domicilio de Parla donde se ocultaba. En la casa de uno de los detenidos la Guardia Civil encontró el arma homicida, que fue analizada por el laboratorio de Criminalística.

El juez de Instrucción número 1 de Alcalá de Henares, que se hizo cargo de la investigación, decretó el ingreso en prisión provisional de los detenidos. Dos años después, el escrito de la Fiscalía calificaba los hechos como asesinato, y no homicidio, por la superioridad numérica de los agresores, porque la agresión fue por sorpresa y por la nula posibilidad de defensa de la víctima. El fiscal pide 24 años de prisión para el familiar de Lucía, 22 para ella y 10 para su compañero sentimental, además de 100.000 euros de indemnización para cada uno de los cinco hijos de Katy, que estaba casada.

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