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El domingo 7 de enero de 2024, el Barbastro y el Barça se enfrentaron en dieciseisavos de final de la Copa del Rey de fútbol, pasando a la siguiente ronda el equipo blaugrana tras vencer por 2-3 a domicilio.
El encuentro comenzó a las 21.00 horas. El santanderino Javier Borrás (63 años), aficionado culé, vio con dos amigos la primera parte del choque en La Peña Vicente Miera. Tras el descanso y al cerrar este establecimiento, se trasladaron al Bar El Pasiego para ver la segunda parte.
Al acabar el partido, pasadas las 22.45 horas, Borrás se despidió de sus amigos y se marchó. Fue la última vez que se le vio con vida.
Minutos después fue brutalmente asesinado, según han concluido los forenses, que establecen la data de la muerte entre las 23.00 de ese día y las 00.00 horas del 8 de enero.
Sin embargo, no fue hasta dos días después (el 10 de enero), cuando su hermano –que había denunciado su desaparición– encontró su cadáver -«amordazado» y con «evidentes signos de violencia al haber recibido varios golpes»- en el asiento trasero de su vehículo, que se encontraba estacionado dentro de su garaje de la Avenida Los Castros de Santander.
Un año y medio después, este crimen sigue rodeado de incógnitas. Se desconoce quién o quiénes fueron los autores, dónde acabaron con la vida de la víctima (que traficaba con droga) y por qué. Lo único que tienen claro los investigadores y la jueza que instruye el caso es que a Javier Borrás lo estrangularon y murió por asfixia. A partir de ahí, la Policía Nacional ha practicado una serie de pesquisas que, por el momento, no han dado los resultados esperados.
Las declaraciones que han prestado los dos amigos que vieron por última vez a la víctima y los familiares apenas han arrojado algo de luz. Únicamente, hay algo que ha llamado la atención de los agentes. Y es que la madre de Javier (vivían juntos) vio a alguien entrar en el cuarto del finado horas después del crimen y pensó que era su hijo. En esa habitación, la víctima guardaba droga y dinero, pero no se la llevaron. ¿Qué buscaba esa persona sin identificar?
No quedó ahí la cosa. Tras descubrirse el crimen, el hermano de la víctima trasladó a su madre a su domicilio y días después, cuando volvieron a la casa de la progenitora para recoger unas pertenencias, vieron que habían manipulado la cerradura. Alguien había intentado volver a entrar en la vivienda.
La inexistencia de cámaras de seguridad tanto en el acceso a la vivienda como en el garaje donde apareció el cadáver ha impedido que la Policía Nacional tenga alguna pista sobre quién puede ser esta persona y si tuvo algo que ver con el crimen. Por eso se desconoce si a Borrás lo mataron dentro de su garaje –algo poco probable por las horas y porque podría llamar la atención de cualquiera– o bien fue en otro lugar y después trasladaron su cuerpo hasta su urbanización. Ante la imposibilidad de encajar esta pieza del puzle, los investigadores han tenido que aferrarse a las pruebas que aparecieron dentro del coche. Allí encontraron un segundo móvil, que no pertenecía a la víctima. Resultó ser de una mujer que se lo había comprado a su hermano como regalo de Reyes. La Policía tomó declaración al hombre, que aseguró que había comprado droga a la víctima y se dejó el teléfono dentro del coche. Los investigadores descartaron la implicación de este individuo en el crimen tras practicar otras pesquisas.
Otra de las pruebas que llevó a los agentes a sospechar de un segundo varón fue una huella que hallaron en una caja de galletas que se encontraba dentro de la vivienda de la víctima y que fue manipulada, seguramente por esa persona sin identificar que entró en la casa en busca de algo. Sin embargo, se comprobó que la huella pertenecía a un trabajador de la empresa de galletas que había tocado la citada caja.
Ante la falta de indicios que les llevara a un sospechoso, la Policía Nacional empezó a investigar al entorno de la víctima, que tenía antecedentes penales por tráfico de droga y estuvo en el penal de El Dueso en el año 2018. En concreto, se centraron en los presos que habían compartido espacio penitenciario con él. Casualmente, una de esas personas con la que Borrás tuvo relación en la cárcel se fugó durante un permiso penitenciario meses antes de los hechos. Pero no solo eso. El modus operandi de este sospechoso –un viejo conocido de la Policía por contar con antecedentes penales por robos– coincidía con el que se empleó en el asesinato de Javier.
A todas estas coincidencias se sumó el relato de la madre de la víctima, cuya descripción de la persona que había visto entrar a su casa tras el crimen coincidía con el de este sospechoso. Es más, la mujer también contó que días antes de los hechos se encontró en el portal de su vivienda a un hombre cuyos rasgos coincidían con los de esta persona, que le preguntó a dónde iba. La mujer pulsó el número del piso en el portero automático y respondió su hijo. Todo indica que el misterioso hombre quería saber dónde vivía la víctima.
Con ese hilo donde tirar, la Policía Nacional empezó una búsqueda de este sospechoso que aún no ha dado resultados. Asimismo, comenzaron a indagar, a través del número de teléfono, si este individuo se encontraba en el lugar donde se le vio por última vez a Javier o bien en el garaje donde apareció el cadáver. Esa información aún sigue pendiente (al igual que el estudio de geolocalización del teléfono de la víctima), con lo que, a día de hoy, esta persona ni siquiera aparece como investigada en la causa. Simplemente es un sospechoso. Faltan indicios para una imputación formal.
Respecto al móvil del crimen, otras de las piezas por encajar, todas las hipótesis siguen abiertas, tanto la de un posible ajuste de cuentas como la de «un intento de robo de droga que se fue de las manos».
El pasado 14 de abril, cuatro meses después de levantar el secreto de sumario, la jueza instructora acordó el sobreseimiento provisional de la causa ante la «falta de datos suficientes para conocer la identidad de los autores» y, a la espera de que el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid remitiera los resultados de los estudios genéticos correspondientes a las muestras tomadas o pertenecientes al fallecido. Esos resultados han llegado hace una semana y no han aportado nada revelador.
En vista de que la investigación se encuentra en punto muerto, un equipo de la UDEV (Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta) de la Policía Nacional de Madrid se ha trasladado a Santander al objeto de colaborar en el esclarecimiento de unos hechos que tienen a los familiares de la víctima en una continua «incertidumbre».
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Fernando Morales y Álex Sánchez
J. Gómez Peña y Gonzalo de las Heras (gráfico)
Encarni Hinojosa | Málaga, Encarni Hinojosa y Antonio M. Romero
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