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Juan y Yolanda en el mirador de San Nicolás poco antes del trágico suceso. SUR

El malagueño que murió en uno de los miradores más bonitos del mundo

La viuda de Juan, quien sufrió un infarto hace tres semanas en Granada, recuerda con tanta pena como cariño a su marido

Laura Velasco

Martes, 3 de junio 2025, 11:07

Suena a tópico eso de que la vida se va en un segundo, que hoy estás aquí y mañana no lo sabes, que hay que aprovechar cada día. Suena a tópico, pero es tan real que duele. Que se lo digan si no a Yolanda, que aquel sábado comió junto a su marido en una Granada primaveral y preciosa. Tomaron helado y cogieron el microbús para subir al Albaicín. Disfrutaron de esa vista inolvidable, uno de los miradores más bonitos del mundo, el de San Nicolás. Y apenas media hora después había pasado de ser una mujer felizmente casada a viuda. Juan Dueñas, malagueño de 55 años, falleció de forma repentina, al parecer, por un infarto. «Jamás podré volver allí», lamenta su esposa en declaraciones al periódico Ideal.

Con la calma que proporciona el paso de los días, pero con el duelo azotando con más fuerza que nunca, Yolanda habla de su marido, al que conoció con 18 años. «A mucha gente le cuesta dar con su media naranja, y yo la encontré muy pronto», asegura. Juntos han vivido de todo durante más de 30 años. «Nos llevábamos muy bien, siempre estábamos juntos. Hemos sido muy felices, los mejores años de mi vida los he pasado junto a él», confiesa. Fruto de su amor nacieron sus dos hijos, Paula, de 24 años, y Juan Pauli, de 23, que están tan destrozados como ella.

Juan Dueñas, el menor de seis hermanos, aprendió el oficio de electricista y en el año 2000 montó su propio negocio de automatizar puertas, Electropuertas Dueñas, que le apasionaba. «Siempre le hacía las reparaciones a sus amigos y les ayudaba», explica. Es un ejemplo de cómo era él, servicial y generoso. «Era muy risueño, siempre estaba riendo. También muy trabajador, se desvivía por sus hijos y su obsesión era que estuvieran bien y pudieran estudiar. Y estaba enamorado de mí, mucho», admite.

Ahora, ella se ha quedado al frente de la empresa. Ya trabajaba con él, pero le falta la mitad más importante. «Estoy luchando por seguir y darle servicio a nuestros clientes. Les pido paciencia, porque quiero continuar si ellos me dejan», afirma. Como es lógico, desde aquel fatídico 10 de mayo lo ve en todas partes. En el salón, en la cocina, en su lado de la cama, comprando su cupón de la ONCE. También en su bar de siempre, Las Candelas, donde le gustaba tomar un vinito por las tardes con sus amigos. «Lo voy a recordar con mucho amor y dolor en el pecho, me duele el alma de todo lo que lo quería. Es horroroso vivir esto», cuenta Yolanda. Sus hijos le dicen que ya no quedan amores como el suyo, en el que durante más de tres décadas se lo han demostrado todo.

Aquel fin de semana, la pareja estaba estresada y decidieron visitar Granada. Poco después de fotografiarse en el mirador, él se desvaneció en el suelo y ella comenzó a gritar. No encontraron desfibriladores cerca. La ambulancia, según ha explicado el centro de Emergencias sanitarias 061, tardó «16 minutos» en llegar desde que recibió el aviso; a ella se le hizo un mundo. «Me siento culpable por si el final hubiera cambiado si nos hubiese pillado en otro sitio», se cuestiona estos días Yolanda, de 54 años, que seguirá adelante con su amado Juan siempre presente. Descanse en paz.

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