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Vista general de la oficina que tiene la fundación en El Ejido. Marilú Báez

Solidaridad a golpe de ratón para cerrar la brecha digital

Más de 300 personas colaboran en Málaga con la Fundación Cibervoluntarios para que colectivos vulnerables adquieran competencias digitales: «Estar o no en Internet es la diferencia entre tener o no las mismas oportunidades»

Domingo, 22 de junio 2025

Nacieron con el nuevo milenio, cuando los trámites con la administración se hacían en persona, Internet se usaba mayoritariamente en los centros de trabajo, los móviles solo servían para hablar y no existían las redes sociales. El futuro tecnológico estaba por escribir. Intuían los avances, pero también los desafíos. La población se asomaba a un abismo digital y ellos decidieron poner algo de luz en tanta incertidumbre.

Desde 2001 trabajan para que la población adquiera competencias digitales, especialmente colectivos vulnerables, con el objetivo de eliminar la brecha digital.

Así, a punto de cumplir las bodas de plata, la Fundación Cibervoluntarios, una ONG de ámbito internacional, hace balance: «En Málaga contamos ya con más de 300 personas voluntarias y 328 entidades colaboradoras y esta evolución responde al trabajo constante y al desarrollo de nuevos proyectos. En el primer cuatrimestre del año, hemos formado en toda la provincia a 4.513 personas en el transcurso de 265 actividades gratuitas, que es casi tanto como lo logrado en 2024», subraya la presidenta de esta entidad sin ánimo de lucro, Yolanda Rueda.

Tuvo un rodaje previo que le abrió los ojos, porque esta malagueña, que fue fundadora también de la popular Campus Party –aquella concentración multitudinaria de 'geek' y aficionados a la tecnología de finales de los 90 que tenía como sede el Ceulaj de Mollina– supo ver que todo ese universo abría un sinfín de oportunidades, pero también levantaba una enorme barrera para una parte de la población.

Yolanda Rueda es la fundadora de Cibervoluntarios. Marilú Báez

Dos décadas después, aquel muro sigue siendo insalvable para muchos, porque más de 15 millones de personas en España no tienen las competencias digitales básicas para moverse por Internet, tal y como recoge el informe 'España Digital 2025', elaborado por el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital.

En el mismo se llama a promover su universalización para que la ciudadanía pueda vivir plenamente en la era digital (comunicarse, informarse, comprar, realizar transacciones, relacionarse con las Administraciones), pero advierte de que no se conseguirá si no se forma a aquellos colectivos que tienen más problemas para adquirirlas (mayores, jubilados, personas con bajas rentas o residentes en zonas no urbanas). «Estar o no en Internet es la diferencia entre tener o no las mismas oportunidades», alerta Rueda.

Y con ese propósito, la red de voluntarios de esta organización en Málaga presta altruistamente su tiempo y conocimiento para que esa población no solo conozca los recursos y cómo usarlos, sino también para advertirle que en ese universo de oportunidades infinitas también hay enormes riesgos.

Para la mayoría de la población, hacer gestiones a través de un smartphones o de distintas aplicaciones es un gesto habitual. Pagar una factura, acceder a la cuenta en el banco, concertar una cita en el centro de salud o completar algún trámite administrativo son ejemplos de usos diarios de Internet, que ahorran tiempo, dinero y recursos, pero no a todos, porque lo que para unos es sencillo y rápido, para otros es un calvario.

Lucas Prieto se estrenó como voluntario en esta fundación el año pasado. Marilú Báez

Esa realidad removió a Lucas Prieto (Cádiz, 19 años), actualmente estudiante de un Grado Superior de Administración de Sistemas y Redes en el IES Miguel Romero Esteo. Nunca antes había sido voluntario y en esta ONG encontró la horma de su zapato. «Todavía hay gente que carece de un conocimiento tecnológico básico y lo peor de todo es que les da reparo a pedir ayuda por temor a quedar mal». Desde que en septiembre del pasado año emprendió este camino, ha dado cursos principalmente a adolescentes. Suelen ser píldoras informativas de un día en asociaciones, institutos o colegios, pero «muy reveladoras». En ellas, «hay que ir con la mente abierta», porque a lo largo de la charla suele haber giros de guión.

Los perfiles son diferentes y sus inquietudes, también. «Lo que para un chico es vital, como por ejemplo aprender cómo puede ayudar a su padre a encontrar trabajo en Internet, para su compañero carece de importancia», expresa el cibervoluntario. Por eso, se mueven en terreno neutral cuando abordan asuntos que les afectan a todos, desde cómo cerrar una cuenta de Instagram a dónde acudir si son víctimas de bullying».

Es una generación de nativos digitales y como tales, advierte Lucas, prefieren acudir a las redes sociales y a Internet antes que confiar en el compañero si tienen un problema. «Paradójicamente, es en Internet donde luego encuentran otros que no saben resolver, como cuando les suplantan la identidad o les hackean sus cuentas… Lo peor es que lo han normalizado y prefieren abrirse otra cuenta en lugar de acudir a comisaría a denunciarlo».

Dice su fundadora que para ser voluntario no hace falta ser ingeniero informático, «solo ser una persona apasionada de las herramientas tecnológicas, saber algo de ellas y querer compartirlo». Todos ellos reciben una formación previa y materiales sobre los contenidos que se van a abordar: desde identificar bulos y evitar la difusión de noticias falsas, configurar la privacidad en redes sociales, detectar posibles situaciones de ciberacoso, hasta buscar empleo, realizar compras de forma segura y conocer todos los trámites administrativos que pueden hacerse con el Certificado Digital. «No somos conscientes de todo lo que sabemos hasta que se lo enseñamos a otros; es un voluntariado muy gratificante para quien lo realiza, porque abre enormes posibilidades de comunicación y acción a los usuarios».

Además de la red de voluntarios, que en España asciende a más 4.500, en la fundación cuenta con 600 trabajadores en plantilla (entre staff y formadores) y mantienen colaboraciones con 6.000 entidades nacionales. Su presupuesto anual varía, pues depende en gran medida de financiación pública a través de convocatorias competitivas. No obstante, sus cuentas de 2023 cerraron con 1.695.959,45 euros en subvenciones (las de 2024 se desconocen aún) procedentes de fondos europeos, del IRPF gestionados por varios ministerios, gobiernos autonómicos o ayuntamientos, como el de Málaga que aportó 8.655 para un Ideatón (evento para promover ideas innovadoras), entre otros.

Junto a otros miembros de la Asociación Amfremar (Amigos Malagueños de Familias de Rehabilitados y Marginados), Roxana Fernández asistió a uno de los talleres que solicitaron a la Fundación Cibervoluntarios para mujeres en riesgo de exclusión social. «La idea era adquirir competencias digitales, porque muchas o carecen de ellas o están desactualizadas». En esta ocasión, se centraron en los riesgos que entraña moverse por Internet: «Comprobamos que éramos analfabetas digitales», confiesa esta usuaria quien, además, muestra su inquietud por sus hijos. «Si no sé protegerme, ¿cómo voy a protegerlos a ellos?», expresa. «Tenemos que asumir que estamos desprotegidos ante este monstruo que es Internet, pero que no podemos eludir porque es una herramienta imprescindible», reconoce Fernández, quien echó en falta más sesiones sobre el mismo contenido.

La voluntaria Celeste Sánchez encontró en la tecnología su refugio tras ser víctima de acoso escolar. Marilú Báez

En este sentido, desde esta fundación tratan de que la tecnología no se convierta en un enemigo. «No se trata de demonizarla, sino de conocerla para que te ayude, no para que te dé miedo», resume Celeste Sánchez (Málaga, 24 años), que con un Grado Superior de Electrónica y otro en Robótica, se subió al cibervoluntariado el pasado año después de una adolescencia marcada por el acoso escolar. Empezó en Primaria y se agravó en Secundaria. Entretanto, hubo un cambio de centro, «pero todos los profesores miraron para otro lado», denuncia. «Destacaba en deportes y jugaba con los chicos al fútbol; debía ser la rara y eso no les gustaba al resto», expresa esta joven creadora de contenidos y formadora en tecnología que encontró en la informática y en las redes sociales su vía de escape. «Comprobé que una herramienta para aprender y para ser consciente de lo que estaba sufriendo».

La tecnología como refugio

Ahora quiere compartir con otros eso que aprendió. En su caso ha impartido talleres a niños, adolescentes, mujeres, personas mayores y vecinos de núcleos rurales. «A estos últimos colectivos les cuesta manejarse con el móvil, que básicamente usan para hablar con sus familiares. Desconocen que pueden consultar el correo, acceder a una cuenta bancaria o sacarse el certificado digital para hacer gestiones con la administración. Y suelen ser más desconfiados, porque tienen miedo a ser víctimas de fraudes. Su desconocimiento los hace más vulnerables, por eso les explicamos en qué consisten esos engaños, como los del hijo falso o las supuestas multas de la DGT y cómo pueden protegerse comprobando que la url es segura o que los textos no contienen faltas de ortografía», aclara.

En esta formación «extraordinariamente útil», sobre todo para las personas mayores cuando aprenden a buscar un contacto en su agenda del móvil o hacer una videollamada con sus hijos, Celeste ha encontrado su lugar seguro. Vio en la tecnología su refugio; hoy quiere revelar sus entresijos a quienes se pierden en ella. «Voy a dedicarme toda la vida a enseñar», zanja.

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